«Misa de Medianoche» – El terror como medio y no como fin

El estreno de Misa de medianoche, la última miniserie para Netflix de Mike Flanagan (creador de otros populares títulos como La Maldición de Hill House y Bly Manor) ha llegado para enfervorecer al público.

Detractores, amantes, mucha mediatización de por medio en lo que parece ser la serie de moda de turno que “emocionó a Stephen King”. Porque la escala actual de la crítica está entre los suspiros de Spielberg y los gritos del escritor de terror. ¿Pero es todo aquello que dice ser?

Lo cierto es que Misa de Medianoche bebe de las películas del cine terror clásico, atribuyéndoles una generosa vueltecita. Su director se ha percatado de un secreto a voces para los amantes del este género: El miedo ya no da miedo. No más allá de la explosividad vociferante del momento. Del sustito inesperado, del bote del asiento. Los espectadores se han saturado, hace falta aire fresco.

Por eso, se vale de él para generar un mensaje ulterior, usándolo como contexto para contar historias intercaladas que van desde el amor, existencialismo, la familia, el sistema capitalista o la xenofobia. Una epopeya clásica disfrazada de postmodernidad.

Así, mediante 7 episodios, la trama desarrolla la llegada de un misterioso cura nuevo a un pueblo isleño aislado, hermético y de no menos siniestros habitantes. Los acontecimientos paranormales en forma de milagros no tardan en ocurrir. En una producción que corre el riesgo de infravalorarse en los primeros capítulos dado su insatisfactorio ritmo, cogiendo sabor en los compases posteriores en forma de giros cuanto menos curiosos ¿Es suficiente? Pues aquí es donde radica la chicha sobre Misa de Medianoche; comenzamos…

 

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